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Entre la memoria y la máscara: Todos los Santos y Halloween, dos miradas a la misma noche
Todos los Santos y Halloween hablan idiomas distintos, pero cuentan la misma historia: la de una sociedad que se asoma a la muerte para apreciar mejor la vida
Martes 28 de octubre de 2025 - 11:17
Cada otoño, cuando el reloj adelgaza la luz y las calles huelen a castañas, dos celebraciones convergen sobre un mismo territorio emocional: el recuerdo de quienes se fueron y el juego con aquello que nos inquieta. El Día de Todos los Santos y Halloween no son rivales; son, más bien, dos maneras de interrogar a la muerte y de reconciliarnos con la vida.
Origen: de los ritos antiguos a la cultura global
Todos los Santos hunde sus raíces en la tradición cristiana. Desde el siglo VIII, Roma fijó el 1 de noviembre como fecha para honrar a todos los santos —conocidos y anónimos— y, por extensión popular, a los difuntos. Al día siguiente, 2 de noviembre, llega el Día de los Fieles Difuntos.
Halloween bebe de las fiestas celtas de Samhain, el “fin del verano”, cuando, según la creencia, el velo entre mundos se vuelve poroso. Con la inmigración irlandesa, la costumbre se consolidó en Estados Unidos y mutó en un carnaval nocturno: calabazas talladas, disfraces, truco o trato.
Ambas tradiciones comparten algo esencial: son calendarios del tránsito. Una recuerda con solemnidad; la otra exorciza el miedo con humor y teatralidad.
Particularidades: solemnidad frente a teatralidad
El 1 de noviembre en la tradición hispana es sobrio, familiar y lumínico: flores, velas y limpieza de lápidas; mesas que recuperan recetas de siempre; teatro y literatura (¿quién no ha oído a Don Juan Tenorio en estas fechas?).
Halloween es performático: máscaras, maquillaje, neón y píldoras de susto controlado. Es el “como si” de la infancia y la complicidad adulta que la acompaña.
La diferencia no es un choque, sino un contraste de códigos: devoción frente a espectáculo, memoria frente a juego. Y, aun así, se tocan.
Llegada y asentamiento en España
Halloween entró en España por la puerta de la cultura audiovisual—cine, series, publicidad—y se hizo fuerte en colegios, academias de idiomas, bares y ocio nocturno a partir de los noventa. Se integró sin desplazar lo propio: los cementerios siguieron llenándose de claveles y crisantemos el 1 de noviembre, mientras la víspera, la noche del 31, adoptaba disfraces y calabazas. Hoy coexisten: por la tarde, truco o trato en urbanizaciones y barrios; al día siguiente, visita al camposanto, misa y sobremesa.
Cómo se celebra hoy
En las ciudades: fiestas temáticas, rutas de misterio, repostería de campaña (huesos de santo, buñuelos, panellets, y cada vez más galletas glacé con murciélagos).
En los pueblos: se conserva la liturgia íntima del cementerio y se suman iniciativas comunitarias —pasacalles, concursos de calabazas, castañadas— que dan oxígeno a la vida vecinal.
Priego de Córdoba: memoria que florece y fiesta que se asoma
En Priego de Córdoba, donde el rumor del agua borda las hornacinas y el blanco de las fachadas hace de espejo, el 1 de noviembre tiene textura de rito compartido. Desde por la mañana, el cementerio municipal se convierte en jardín: claveles rojos, crisantemos y nardos perfuman los pasillos; se limpian lápidas, se reavivan fotos antiguas y se cruzan conversaciones que empiezan en el “¿te acuerdas?” y terminan en una sonrisa. La visita es paseo y es promesa: mantener viva la cadena de nombres.
La víspera, Halloween ha encontrado su hueco sin pedirle el sitio a nadie. En barrios y aldeas, los pequeños recorren las calles con disfraces que van del clásico fantasma al ingenio casero; Castil de Campos celebra la Noche de las Gachas, algunas asociaciones organizan pasacalles y talleres de faroles de melón y calabazas. El contraste no chirría: al contrario, pinta un retrato fiel de una comunidad que sabe jugar sin olvidar y recordar sin ponerse triste.
Priego, con su tradición de patios y su pulso asociativo, ha hecho de estas fechas una oportunidad para encontrarse: el cementerio como lugar de abrazo, las calles como escenario de juego, y la mesa —con aceite nuevo al caer de la campaña— como territorio común, y también se desarrolla el programa de actividades de la Semana de Ánimas.
Dos lenguajes, una misma intención
Todos los Santos y Halloween hablan idiomas distintos, pero cuentan la misma historia: la de una sociedad que se asoma a la muerte para apreciar mejor la vida. Uno pone flores; el otro, máscaras. Y entre ambos, en lugares como Priego de Córdoba, se abre cada año un puente sencillo y poderoso: recordar juntos, reír en compañía y volver a casa con la certeza de pertenecer.
Porque al final, bajo la luz tenue de una vela o tras una calabaza encendida, lo que celebramos es lo mismo: que seguimos aquí, que nos tenemos, y que la memoria —como las fuentes de Priego— no deja de manar.